Ables (Llanera, Asturias)

31 diciembre 2004

 

La carretera de Ables (Ll-1)

Lo que a continuación se expone es la transcripción literal del artículo arriba reproducido que se publicó en el diario PUEBLO (editado en Madrid y actualmente desaparecido) con fecha 20.12.1968, y referido a Ables, a la construcción de la carretera que va de El Cruce a Portiella, atravesando la parroquia. Con independencia del estilo, propio de aquella época, lo que se destacaba y ponía de manifiesto era la actitud de convivencia y colaboración de un grupo de vecinos voluntarios, actitud que servía de base y ejemplo a este artículo cargado de elogios. Disfrutadlo, y los que guardéis memoria de esos días lucid orgullo y haced apología de las ventajas de la unión.
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ABLES DE LLANERA (ASTURIAS)
UN PUEBLO QUE CONSTRUYE SU PROPIA CARRETERA

Tierras que huelen a carbón y a ganado, a industria y a manzanas, a mineros y a labradores, a alfalfa y a maíz. Sus gentes, esas gentes que le roban a la tierra de sus entrañas el mineral o la cultivan, son hospitalarios y amables. Te presentas en su casa y antes de saber quien eres te preguntan si has comido. Se sienten decepcionados si no tienes hambre; entonces sale a relucir la botella de vino con su caña, un vino entre áspero y agrio que sienta a las mil maravillas.

El comedor es la cocina. Me imagino que en esos asientos corridos, que a la vez sirven para guardar en su interior viandas y provisiones, se han tomado muchas de las decisiones importantes de los pueblos y las familias de Asturias. Sus hombres y sus mujeres son honrados a carta cabal, lo suyo es de ellos y lo de los demás tiene su dueño. A la puerta de una casa, de esas que tienen su hórreo y sus panojas colgadas de la barandilla, puede usted dejar tranquilamente las almadreñas o un paquete con cuarenta mil duros, si alguien lo toca es para ponerlo al resguardo de la lluvia.

Tienen sus autoridades municipales, a las que saben darle el lugar debido, pero tienen sus jefes naturales a los que respetan y obedecen si saben ser verdaderos jefes.

Ables de Llanera es un pueblo que vive su existencia entre Oviedo y Avilés. Está esparcido a lo largo y ancho de una campiña de prados verdes y fructíferos; sus hombres alternan el trabajo en fábricas y empresas con el cuidado de sus ganados.

“La carretera la hacemos todos”

Nosotros viajamos hasta este pueblo porque sus vecinos, sus hombres, han decidido hacerse una carretera nueva. La que tenían hasta ahora es un camino intransitable, los baches son zanjas y el barro llega hasta los ejes del coche. Es un camino ideal para probar la resistencia del mejor “todo terreno”. Un día, los vecinos de Ables se reunieron en una de sus cocinas, se sentaron en sus bancos largos, sacaron la botella de vino y el tabaco negro, atizaron el fuego y discutieron su problema. NECESITAMOS UNA CARRETERA NUEVA. Pues si se necesita se construye. Y comenzaron las gestiones para sacar dinero de donde fuera. Ayuntamiento, Diputación, aportaciones de los vecinos…

- ¿Su nombre?
- Aquí no hay nombres, somos todos. Diga usted que habló con la Junta de Vecinos de la Parroquia de Ables. Bueno, un nombre sí le voy a dar, es el personaje más importante y el que con más calor se ha tomado la obra de la carretera. Es el guaje Valentín.

Después les hablaré de este chaval de cuatro años.

- Cuénteme la historia de su carretera.
- Mire usted, día a día se ponía el camino intransitable, no había forma, y una tarde pensamos que deberíamos arreglarla. Comenzamos a hacer gestiones, porque ya se sabe que sin dinero no se puede hacer nada. Y después de muchas idas y venidas conseguimos que la Diputación nos concediera cincuenta mil pesetas.

Y con las cincuenta mil pesetas que tenían los veintiocho hombres del pueblo comenzaron los trabajos para hacer transitables los tres kilómetros de baches y zanjas que los comunican con la carretera general de Avilés a Oviedo. Para realizar sus trabajos los vecinos de Ables de Llanera emplean los domingos, día que, lógicamente deberían usar en su descanso y esparcimiento y que, sin embargo, alegremente y con tanto ahínco como si les pagaran a destajo se afanan desde las ocho de la mañana hasta que las primeras sombras de la noche caen sobre los manzanos del pueblo.


Organización perfecta

Sí, señores; la organización del trabajo es perfecta y no deja el menor resquicio a no arrimar el hombro. Cada uno tiene su cometido perfectamente definido y las horas de trabajo son contabilizadas en un “planning” general, en el que figuran los voluntarios trabajadores y que servirá en su día para saber cuánto ha costado la construcción total de la carretera.

- Aquí se contabiliza todo. Nada se deja sin registrar y anotar en el libro que abrimos el día que decidimos hacer nuestra carretera y que se cerrará con la firma de la autoridad que venga a inaugurarla.
- ¿Cuánto les costará la carretera?.
- Alrededor de trescientas mi pesetas.
- El trabajo que ustedes realizan ¿en cuánto podríamos valorarlo?
- Pagándonos poco –y sonríe al decirlo- en más de ciento cincuenta mil pesetas. Y eso que nuestra hora de trabajo la valoramos en veinticinco pesetas. Un precio baratito.

Cuando mi compañero Leo y yo llegamos al pueblo –era la hora de comer- solamente esparcían piedras el trabajador más viejo –Francisco, de ochenta años- y su yerno. Ellos ya habían terminado de comer y aprovechaban que la lluvia no era muy fuerte para terminar un pedacito que los compañeros habían dejado sin terminar.

- Esta tarde queremos pasar el rodillo hasta la curva y conviene que toda la piedra esté extendida. Así, a ratos perdidos, vamos haciendo metros.

Llevan siete domingos de trabajo y ya han cubierto la tercera parte de la obra; casi lo que tenían previsto el día que comenzaron.

- Vamos un poco retrasados por las últimas lluvias, pero aprovechando los días de Navidad, que algunos tendremos vacaciones en nuestros empleos, le daremos un pequeño empujón.

El guaje Valentín

Este es el personaje más importante de todo Ables de Llanera. Es un chavalín de cuatro años que se ha tomado la carretera como un asunto personal. Los domingos, a las ocho de la mañana, ya está, rastrillo al hombro, buscando a los mayores para acompañarlos durante toda la jornada. Le gusta esto y se lo ha tomado como el juego más importante de sus pocos años. Pero un juego muy en serio porque no pierde ni un momento. Su rastrillo pasa una y otra vez sobre las piedras y lo hace bastante bien. Es el que con más entusiasmo se lo ha tomado. Y le dejan porque el pequeño disfruta.

- Vamos, que son las ocho menos cuarto y hay que ir al tajo –va avisando Valentín, puerta por puerta, a todos los hombres que trabajan los domingos en la carretera.

Valentín no pierde el tiempo, es el primero que se levanta y el que come antes para estar lo más pronto posible en el tajo.

- Valentín, ¿por qué trabajas?
- Me gusta.
- ¿De quién es esta carretera?
- Mía. Y tú, ¿por qué no me ayudas?
- No sabría… Esto es difícil.
- Yo puedo enseñarte, mira como lo hago… ¿Ves…?

Y, efectivamente, no me quedó más remedio que hacer que trabajaba un rato para no decepcionar al personaje más famoso de esta carretera, que un grupo de vecinos de estas tierras asturianas se han propuesto dejar en inmejorables condiciones. Tanto que, si les llega la ayuda que les ha prometido el Ayuntamiento de Llanera y algún organismo provincial da un paso adelante y les concede unas pesetas, están dispuestos a asfaltarla incluso. Si bien ellos mismos me confirman que con el drenaje que han hecho y con la piedra molida asentada no habrá barro ni el menor charco en su nueva carretera.

Es un bonito ejemplo de convivencia humana. Es de esas pocas veces que todos los hombres de un pueblo piensan igual y trabajan guiados por los mismos fines. Sin envidias ni rencillas, con una camaradería que es ejemplo para
el más exigente observador.

XAVIER RODRIGO Y LEO, ENVIADOS ESPECIALES



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